El escenario es este: el Sol acaba su combustible, se convierte en una estrella gigante roja, poco a poco se infla hasta estallar y expeler material, para luego convertirse en una enana blanca. Los planetas cercanos como la Tierra no sobrevivirán, serán engullidos por la poderosa explosión. Pero ¿y los más distantes?
Este escenario es real, no parece que haya lugar hoy para desestimarlo, pues hay un hallazgo que lo reafirma.
Astrónomos hallaron un sistema a unos 6500 años luz, un planeta del tamaño parecido a Júpiter que gira alrededor de su estrella a una distancia parecida a la que este planeta orbita alrededor del Sol.
La estrella no fue posible verla, es tan débil. Pero el planeta sí. Eso sugiere que sobrevivió a la explosión de su estrella madre, que terminó convertida en enana blanca, tal como le pasará al Sol. No se hallaron planetas más cercanos, lo que sugiere que de haber existido fueron destruidos por la gigantesca explosión.
El caso es que el planeta tipo Júpiter sobrevivió y presenta el escenario más real a lo que nos sucederá en algo más de 4000 millones de años, tal vez 5000 millones.
"Esta evidencia confirma que los planetas orbitando a una gran y suficiente distancia pueden continuar existiendo tras la muerte de su estrella", explicó Joshua Blackman, astrónomo de la Universidad de Tasmania en Australia, cabeza de la investigación, publicada en Nature.
"El futuro de la Tierra puede no ser tan rosa porque está mucho más cerca del Sol", dijo David Bennett, coautor, de la Universidad de Maryland en Estados Unidos y del Centro Espacial Goddard de la Nasa.
"Si la humanidad quisiera moverse a una luna de Júpiter o de Saturno antes de que el Sol frite la Tierra durante su fase de supergigante roja, aún permaneceríamos en órbita alrededor del Sol, aunque no podríamos depender del calor del Sol como estrella blanca por mucho tiempo".
Una enana blanca es en lo que se convierte una estrella de la secuencia principal como nuestro
Sol cuando muere. En las últimas fases de su ciclo de vida estelar, la estrella consume todo el hidrógeno de su núcleo qy se infla como una estrella gigante roja. Cuando colapse en sí, se encogerá como una enana blanca, quedando solo un núcleo caliente denso, como del tamaño de la Tierra y con la mitad de la masa del Sol. Como estos cuerpos compactos son tan pequeños y no generan ya reacción nuclear, son muy tenues para ser detectados.
El hallazgo de este sistema se logró con el Observatorio Keck, que reveló que la enana blanca tiene 60 % de la masa del Sol y su planeta sobreviviente es un gigante gaseoso un 40 % más masivo que Júpiter.
Se encontró por el método de microlente gravitacional, que se da, en este caso, cuando una estrella cercana a la Tierra se alinea con otra más lejana, creando un fenómeno en el cual la gravedad de la estrella cercana actúa como un lente y magnifica la luz de la estrella de fondo. Si hay un planeta orbitando la más cercana, temporalmente curva la luz magnificada cuando este pasa por ahí.
Vale anotar que la enana blanca no se pudo detectar por ser tan tenue su luz, pero todo indica que el planeta tipo Júpiter la orbita, habiéndose descartado otras posibilidades.
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