Los insecticidas, los monocultivos y el cambio climático atentan contra los insectos y están disminuyendo sus poblaciones. Pero además hay otro factor: la iluminación nocturna en ciudades y campos.
Eso encontró un estudio de la Universidad Würzburg Julius Maximilians en Bavaria, Alemania. Un equipo de investigadores colocó 179 trampas en áreas seminaturales, agrícolas y urbanas de sitios bajos y altos para atrapar insectos de toda clase. Tras vaciarlas periódicamente cada 14 días y analizar las especies y la biomasa se estudió el entorno de cada una.
Se encontró que la biomasa de los insectos capturados en ambientes urbanos era 42 % menor frente a áreas seminaturales y así mismo la diversidad en áreas agrícolas era 29 % menor que en ambientes seminaturales.
En las zonas agrícolas la situación es preocupante: hallaron 56 % menos de las especies en peligro de extinción.
Para los investigadores lo hallado es una señal de alerta, pues se puede concluir que una disminución en la biomasa también significa un declive en la diversidad de especies, según expresó Johannes Uhler, primer autor del estudio.
Ya este mismo año, un estudio de la misma universidad encontró que la luz artificial de las ciudades estaba afectando la visión de muchísimas especies de insectos que navegan usando la Vía Láctea, nuestra galaxia.
Esa investigación se centró en los escarabajos. Se detectó que especies que dependen de la oscuridad se han ido adaptando a la luz artificial continua, alterando su ritmo circadiano.
Estos estudios se hicieron en Alemania, pero los resultados se pueden extrapolar a situaciones similares en otras regiones.
La disminución de insectos es real y ha sido documentada en varios estudios en los últimos 10 años.
Una alternativa planteada por Uhler y colegas es aumentar los espacios verdes en las ciudades para incrementar el número de insectos.
El estudio fue publicado en Nature Communications.
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