¿Se imaginan un mundo rocoso, cubierto de lava seca, muy
caliente por un lado y frío por el otro?
Dibujo de cómo debe ser este nuevo mundo estudiado. Imagen cortesía Nasa/JPL-Caltech/R.Hurt
Ese mundo se denomina LHS 3844b y está a 48,6 años luz de
nosotros, orbitando una estrella enana, el tipo más común y de enorme
longevidad.
La superficie de ese planeta semeja la de Mercurio o la
Luna. No debe tener atmósfera y está cubierto por el material volcánico ya
frío.
Con un tamaño 1,3 veces el de la Tierra, su temperatura es
de 770° Celsius en el lado que da a su sol, pues está atado gravitacionalmente.
El otro debe ser muy frío.
Eso sugiere el estudio publicado en Nature, primera vez que
un telescopio como el Spitzer, que esencialmente analiza el infrarrojo, mide la
atmósfera y la composición de un mundo tan pequeño.
Fue descubierto en 2018 por el Transiting Exoplanet
Satellite Survey (TESS) de la Nasa mediante el método del tránsito, es decir
detectado cuando pasa delante de su estrella, disminuyendo el resplandor, visto
desde nuestra posición.
El Spitzer fue capaz de detectar luz del mismo planeta, cuyo
año dura solo 11 horas. Al ser tan caliente irradia en infrarrojo, la
especialidad de este telescopio espacial.
Los astrónomos determinaron que hay muy poca transferencia
de calor del lado que da a la estrella hacia el que nunca la mira, debido a la
ausencia de atmósfera. No hay aire para transferir el calor.
Es la primera vez que se determina esa condición en un
planeta fuera del sistema solar.
En comparación con estrellas como el Sol, las enanas del
tipo M como esa donde gira el mundo estudiado, emiten luz ultravioleta en altos
niveles, luz dañina para la vida y que erosiona la atmósfera.
Son estrellas violentas en su juventud, con enormes
llamaradas que emite con frecuencia, destruyendo las atmósferas de cuerpos
cercanos.
Un mundo raro.
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