Dibujo que ilustra el paso de la estrella Scholz. Imagen José Peña-Sinc
Hace 70 000 años cuando los humanos y homíninos apenas
salían decididamente de África, hubo dos fenómenos, el uno geológico, el otro
astronómico, que dejaron una huella descifrada por los científicos.
Se sabe que en esos años más o menos el supervolcán Toba
erupcionó, arrojando unos 2800 kilómetros cúbicos de roca vaporizada y otros
elementos al aire. La vida para aquellos primitivos se hizo difícil. Se cree
que la población se redujo hasta tener solo unos 1000 adultos reproductivos.
En 2015, un estudio explicó en parte el otro fenómeno. En
el cielo esos ancestros podían observar una estrella rojiza que se había
acercado a solo un año luz del Sol (hoy la más cercana está a 4,2 años luz) y
atravesó la nube de Oort, la más lejana región del sistema solar llena de
asteroides helados y cometas de largo aliento que cada miles de años visitan
los alrededores de nuestra estrella.
Antes los astrónomos creían que esa estrella errante, la
estrella Scholz, había pasado tranquilamente por Oort sin haber causado mayores
afectaciones a la cantidad de objetos que habitan esa lejana región.
En un estudio de este mes en Monthly Notices of the Royal
Astronomical Society: Letters, científicos analizaron la evolución orbital de
339 objetos conocidos allí con órbitas hiperbólicas que eventualmente los
expulsarán de nuestro Sistema Solar. Al correr simulaciones hacia atrás, a unos
100 000 años, pudieron determinar de cuál punto del espacio parecían haber
llegado.
Encontraron que cerca del 10 %, 36 objetos, se originaron
hacia la constelación Géminis. Un lugar del cielo que parece ser exactamente el
lugar de donde los astrónomos esperarían que esos objetos hubieran llegado si
hubieran sido ‘empujados’ por la estrella Scholz durante su paso por nuestro
sistema.
Además de determinar una interacción con la nube de Oort,
el grupo precisó que ocho de esos objetos estudiados, incluido el
asteroide-cometa Oumuamua que hace dos años pasó cerca del Sol, proveniente de
otro sistema estelar, se desplazan tan rápido que probablemente se originaron
fuera de nuestro sistema solar.
Dos de ellos, C/2012 SI (ISON) y C/2008 J4 (McNaught), tienen
velocidades extremas de unos 14 500 kilómetros por hora, lo que indica que
provienen de afuera y solo están de paso.
Una historia contada 70 000 años después.
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