La huella de carbono sigue al alza y acrecienta los problemas para la humanidad. Foto Pixabay
Al fracasar las negociaciones para cumplir las metas del
Acuerdo de París y reducir las emisiones de gases de invernadero, el panorama
no es claro con respecto a lo que vendrá para el sistema Tierra y la vida en
él.
Por eso es conveniente recordar cuatro indicadores que
este año alcanzaron niveles críticos y que refuerzan la necesidad de actuar
antes de que sea demasiado tarde. Es mucho lo que está en juego.
Emisiones de CO2: se estima que a finales de año se
habrán emitido 36 800 millones de toneladas de CO2 a la atmósfera de la sola
actividad industrial. Si se incluyen la agricultura y los usos del suelo, serán
43 100 millones, un registro sin precedentes, de acuerdo con el nuevo informe del
Global Carbon Project.
Niveles de CO2 en la atmósfera: en mayo la concentración de
dióxido de carbono en la atmósfera llegó a 415,39 partes por millón según la
estacio´n de medición en Mauna Loa. Esa concentración es la que incide en mayor
retención de calor. Ese nivel no se tenía hacía al menos 3 millones de años,
cuando no había aparecido siguiera el Homo sapiens. A noviembre era de 410,27
ppm, frente a 408,02 de un año antes, hecho que muestra que año a año viene
subiendo. Al comienzo de la revolución industrial era de solo 250 partes por
millón.
Aumento del nivel del mar: 3,6 milímetros por año ha
venido subiendo el nivel del mar desde 2006 a 2015 según informe de la Nasa el
mes pasado. Esto es 2,5 veces el nivel al que subió en promedio cada año en el
siglo pasado. Así, desde 1800 ha aumentado de 21 a 24 centímetros, un tercio de
este cifra en los últimos 25 años. Esta situación incide en mayor erosión
costera, más fuerza de las aguas e inundaciones más constantes en ciudades sobre
la línea de costa.
Deforestación: la tasa de pérdida de bosques en el
planeta alcanzó las 26 millones de hectáreas este año, algo así como el área
del Reino Unido reportó la organización Climate Focus. La irremplazable selva
tropical se viene talando a un ritmo de 4,3 millones de hectáreas al año, sin
considerar todavía la afectación por los incendios de los últimos meses en la
Amazonia brasileña y boliviana.
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