Araña puesta sobre hojas secas, difícil percibirla. Foto UC
Hay arañas que mueren… por amor. Mientras cortejan a su
pareja, son presas fáciles de depredadores como las aves.
El biólogo George Uetz, de la University of Concinnati,
creía que el baile llamativo de las arañas lobo les podría ser fatal.
Junto a Dave Clark de Alma College y Tricia Rubi de la
University of Minnesota usaron una colonia en cautiverio de arrendajos azules a
los que entrenaron para hundir un botón cuando veían una araña lobo (Schizocosa
ocreata) en unas pantallas.
Les pasaban videos de arañas macho en cortejo, caminando
o quietas. Vistas desde arriba, las arañas desaparecían entre las hojas del
suelo. Al estar quietas tenían problemas en verlas.
Menos complicado era detectarlas caminando. Y cuando
estaban en cortejo con sus patas delanteras ondeándose, las hallaban mucho más
fácil y con mayor rapidez.
Estas arañas se comunican por comunicación multimodal.
Las hembras dejan un trazo de feromonas en la seda y cuando restriegan el
abdomen en el suelo.
Cuando los machos entran en el rango visual, rebotan sus
patas en las hojas para generar vibraciones que llegan lejos hasta sus
potenciales parejas. También ondean sus patas delanteras para llamar la
atención de la hembra.
Uetz ha comprobado que estas arañas temen a pájaros como
los arrendajos y los cardenales, que comen insectos y arácnidos, pero no a las
aves que se alimentan de semillas. Con aquellos prácticamente se congelan de
miedo.
Esos pájaros ven con facilidad los machos que son más
expresivos durante el cortejo.
¿Por qué persiste esta conducta de exhibicionismo si
puede significar la muerte?
La selección natural es para la supervivencia, dice la
bióloga Rubi, pero la selección sexual es dominada por las hembras y ellas
seleccionan un cortejo más llamativo.
Para el individuo puede ser mejor minimizar el riesgo
pero no para la especie: el bienestar se mide por el número de descendientes
sanos producidos.
El estudio fue publicado en Behavioural Processes.
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