La resistencia a los antibióticos es un problema mundial.
Es un asunto que preocupa a la Organización Mundial de la Salud. Pero hay otro
asunto no menos preocupante: un estudio en 72 grandes ríos de todos los
continentes, salvo Antártida, encontró restos de al menos un antibiótico en las
aguas.
Río Tigris por Bagdad, Irak. También arrastra antibióticos. Foto Wikipedia Commons
Sabido que el abuso en el uso de estas medicinas vitales
contra las infecciones, en particular cuando se utilizan para lo que no es o no
se completan las dosis, viene generando resistencia en muchas bacterias
peligrosas.
Y si ahora están en el agua que se consume o en los
animales en los ríos, el problema se agrava.
En 2/3 de toso los sitios examinados en esos ríos se encontraron
antibióticos, Desde el Támesis en Inglaterra al Mekong y el Tigris.
Es un asunto grande, afirma Alistair Boxoll, coautor de
la investigación y químico ambiental en la University of York en Reino Unido. “Son
moléculas biológicamente activas y como sociedad estamos excretando toneladas
de ellas en el ambiente”.
Previenen infecciones, pero las bacterias a las que van
dirigidos evolucionan para no sucumbir evadiendo los efectos de los
medicamentos. Cada día resisten más.
Se estima que unas 700 000 personas en todo el mundo
murieron en 2016 por infecciones resistentes a los antibióticos. Una cifra en
continuo crecimiento.
Con la contaminación por antibióticos, se acelera la
resistencia de distintas cepas de esos microorganismos a la vez que se afecta
el equilibrio ecológico en arroyos y ríos alterando las comunidades
bacterianas.
Los resultados de este sorprendente hallazgo fueron
presentados en un encuentro de expertos de la Sociedad de Taxicología Ambiental
y Química en Helsinki.
Todas las muestras recogidas con ayuda de investigadores
en los países cuyos ríos fueron examinados, se analizaron en el Reino
Unido.
Se estudiaron 14 tipos distintos de antibióticos de uso
común y se encontró al menos una de esas drogas en 65 % de las muestras.
Pero ¿cómo llegan a los ríos? El cuerpo humano no logra
descomponer todas las dosis, así que el exceso sale en la orina y las heces y
va a las aguas. Se mantienen incluso tras pasar las aguas por plantas de
tratamiento.
En zonas sin esos sistemas, fluyen mucho más directamente
a las corrientes.
En un río de Bangladesh, por ejemplo, la concentración de
metronidazole, prescrito para tratar infecciones en boca y piel, era 300 veces
más alta que el límite considerado seguro para el ambiente.
Nota: con datos de National Geographic
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