Los humanos no somos los únicos que jugamos dando vueltas hasta marearnos, hecho que llevamos a los juegos de diversión como los caballitos que giran y giran y otros más.
Los grandes simios también lo hacen, quizás en busca de estados mentales alterados. Giran y dan vueltas para estimular sus sentidos, de acuerdo con un estudio publicado en el journal Primates.
"Dar vueltas nos marea y es algo que pensamos es una actividad solo humana", dijo Marcus Perlman, investigador de la University of Birmingham en Inglaterra. "Así que es muy agradable encontrar que otros primates lo hacen, y tal parece que es por la misma razón que lo hacen los niños: es divertido y estimulante", dijo.
En 2011 se conoció un video que parece gracioso, de el gorila Zola dando vueltas, con lo que parecía una sonrisa en su cara, acto que se puedo ver en otro video de 2017. Entonces Perlman quiso averiguar si era algo común en los grandes simios.
Para eso rastreó en YouTube y encontró más de 400 videos de grandes simios y otros primates inmersos en esa actividad divertida. Junto al primatólogo Adriano Lameira, de University of Warwick, Inglaterra, se centraron solo en aquellos en los que los simios daban vueltas colgados de una cuerda.
La cantidad se redujo a 132 videos, 40 de ellos de orangutanes, gorilas, chimpancés y bonobos. La mayoría en cautiverio, pero también los había en su medio natural.
Encontraron que dan vueltas, en promedio, a 1.43 giros por segundo, una velocidad casi similar a la de bailarines humanos. El acto más largo fue de 28 revoluciones y el más rápido fue de un bonobo con cuatro revoluciones por segundo.
Detectaron además que al acabar daban muestras de mareo y se sentaban. Tendían a repetir el proceso varias veces: girar y detenerse. Además cuando daban vueltas mostraban caras como de estar sintiéndose muy bien.
En grandes simios se han encontrado otros comportamientos parecidos a los humanos, por ejemplo consumir frutas fermentadas que contienen alcohol e ingerir sustancias psiquedélicas naturales. No se sabe, eso sí, si es por accidente o a propósito que lo hacen, un campo que amerita más estudios, dijo Perlman.
Para Marc Bekoff, ecólogo del comportamiento de amplio renombre, de University of Colorado (Estados Unidos), citado por The New York Times, "no existe a priori alguna razón para pensar que somos los únicos animales que se involucran en comportamientos que intencionalmente producen estados alterados de la conciencia". Bekoff no participó en el estudio.
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