Los ratones estresados se repetían en un comportamiento automático. Los hallazgos deberán replicarse en personas. Foto Wikipedia Commons
Una persona estresada puede tomar malas decisiones. Y en un novedoso estudio en ratones, científicos descubrieron dos 'diales' en el cerebro que ayudan a explicar cómo el estrés crónico secuestra la toma de decisiones.
Aunque se hizo con ratones y ahora deberá ser probado en humanos, el experimento demuestra que el estrés prolongado frena la toma de decisiones deliberada mientras que potencia un tipo de 'piloto automático' en el cerebro que conduce a comportamientos rígidos y habituales.
No es ningún descubrimiento nuevo decir que los humanos que se enfrentan al estrés crónico son propensos a recurrir a un hábito, como fumar un cigarrillo o comer comida chatarra, en lugar de tomar una decisión bien pensada.
La investigación, publicada en Nature, descubrió un mecanismo biológico por el que el estrés pone el dedo en la balanza a favor de la rutina, explicaron los científicos.
Para Kyle Smith, neurocientífico de la Universidad Dartmouth en Hanover, New Hampshire, que no participó en el estudio, pero citado en un artículo de Nature, "Es realmente un logro importante". Y agregó que el proceso descrito "Probablemente no sea la única forma en que el estrés aumenta la formación de hábitos, pero realmente define una de ellas".
Jacqueline Giovanniello, autora principal, se interesó en el tema del estrés a raíz de su experiencia como estudiante, cuando hacía verdaderos malabarismos para cumplir con tres trabajos diferentes a la vez y una carga completa de cursos en la universidad. Ella dijo que "Algo que realmente me interesó fue cómo estas experiencias estresantes cambian el cerebro". Ella trabaja ahora en la Universidad de Temple, en Filadelfia, Pensilvania.
Para estudiar esos cambios, el grupo expuso ratones a una variedad de estresantes leves, como ropa de cama húmeda y ruido blanco. Junto a un grupo de control de ratones hambrientos pero no estresados, los que tenían hambre y estrés aprendieron a presionar una palanca para recibir un premio de sabrosas bolitas.
Luego probaron la capacidad de todos los animales para tomar decisiones flexibles, lo que para los humanos significa que uno "piensa en las consecuencias de su comportamiento y usa esa información para decidir qué hacer", según Kate Wassum, coautora, neurocientífica de la Universidad de California en Los Ángeles. La alternativa es recurrir al hábito, "un reflejo automático, casi inconsciente, de seguir haciendo lo que había antes".
Para comprobar si los animales se comportaban de manera habitual, los científicos les dieron una buena ración de bolitas. Después, se les dio la oportunidad de volver a pulsar la palanca. Los ratones no estresados que se habían llenado con las bolitas no se preocuparon mucho en pulsar la palanca, un ejemplo de capacidad para tomar decisiones con un propósito, según los autores. Pero los ratones estresados que estaban llenos siguieron pulsando la palanca muchas veces por minuto, un comportamiento que es más automático que impulsado por un objetivo.
Hay más: el grupo rastreó las raíces de las acciones de los ratones hasta dos vías, o autopistas de células nerviosas, en el cerebro. Ambas comienzan en la amígdala, que procesa el estrés, y conducen a una zona cerebral llamada estriado dorsomedial. Esta zona, se sabe, es clave para establecer el equilibro entre confiaren el hábito y la toma de decisiones impulsada por un objetivo.