Sí que es tarea difícil. Levantarse en la noche para cazar ese mosquito que no nos deja dormir. Y no pocas veces debemos acostarnos sin lograr nuestro cometido.
¿Por qué es tan difícil cazarlos? Científicos de Wageningen University & Research (Países Bajos) buscaron la respuesta. Utilizaron cámaras de alta velocidad y un matamoscas mecánico. Estudiaron los mosquitos de la malaria y de la fiebre amarilla.
Para sorpresa, en más de 10 000 ataques, solo en 8 % el matamoscas tuvo éxito, un porcentaje demasiado bajo. "Pensamos que los mosquitos usan señales visuales para detectar los ataques en curso", dijo Antonine Cribellier, del grupo de Zoología Experimental. "Pero en la oscuridad total, esas señales visuales no se dan. Es posible que el flujo de aire del atacante simplemente aleje al animal, pero eso debería ser así en el día y la noche".
Entonces, esto fue lo que encontró el estudio:
Los mosquitos de la malaria exhiben continuamente un vuelo impredecible cuando vuelan en la oscuridad. Esta conducta de vuelo variable y errática previene que el depredador (o el humano) predigan con precisión la posición del mosquito.
Si eso sucede en la noche, en el día el caso es otro con el mosquito de la fiebre amarilla, que muestra un gran desempeño para escapar en la luz diurna. Como es más fácil detectar un ataque, escapan con mayor velocidad. "Esto demuestra que ambas especies han ajustado su conducta de vuelo para maximizar su desempeño de escape en su condiciones de luz naturales al alimentarse de sangre, cuando las acciones defensivas de su hospedero son más probables", explicó Jeroen Spitzen, del Laboratorio de Entomología.
Para la investigación, con base en la posición real y velocidad del mosquito el matamoscas se accionaba automáticamente para simular el ataque de una mano humana.
El estudio fue publicado en Current Biology.