lunes, 3 de octubre de 2022

Develan secretos del animal inmortal

La medusa inmortal lograr rejuvenecer con un procedimiento genético que realiza. Foto Pinterest


Si tuviéramos esa capacidad, qué distinta sería la vida, pero el que la tiene no es un humano y sí una medusa. La medusa inmortal, como se le conoce.

Se les encuentra en grupos con su característica sombrilla translúcida, del tamaño de una lenteja en las aguas del Mediterráneo. Turritopsis dohrnii. Cuando su cuerpo está averiado, ya de adultas, mueven su reloj hacia atrás y rejuvenecen. Se liberan de sus extremidades, se convierten como en una bola y se transforman en pólipos, que se adhieren a rocas o plantas. De forma gradual dejan esa fase y aparecen rejuvenecidas.

Su muerte puede darse por una herida o la acción de un depredador, pero la edad no las mata.

En un artículo publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) científicos analizaron su genoma y las estudiaron en sus fases para determinar cuáles genes se vinculaban con ese proceso de inmortalidad.

Al final se dieron cuenta que no hay un gen de la inmortalidad sino un procedimiento. Los genes relacionados con la pluripotencia (esa capacidad de la célula de crecer en una variedad de formas) permanecen inactivos durante su fase adulta, pero cuando el cuerpo se deteriora y comienza el proceso de reconversión cotado, esos genes se activan. Y cuando ha terminado el rejuvenecimiento vuelven a estado dormitante.

En el proceso tienen que ver genes relacionados con la reparación y protección del ADN, como ya lo habían sugerido hace un año investigadores de Texas A&M University en Galveston (Estados Unidos).

Ambos estudios sugieren cuándo y cuántos genes se expresan importa tanto como los genes mismos en darle a un cuerpo viejo una vida nueva.

Si estos procesos pueden tener un paralelo en el cuerpo humano se desconoce, es una pregunta que queda abierta. Por el momento y en el futuro cercano esta fuente de la juventud es exclusiva de las medudas T. dohrnii.


Nota: con información de PNAS y New York Times.

No hay comentarios: