miércoles, 16 de octubre de 2024

Cuando los cementerios hablan por los muertos

Mandíbula de un macho romano, de entre 40 y 59 años de edad, con pérdida de piezas dentales y claras señales de periodontitis. Foto 


Aunque sus habitantes hace cientos o miles de años dejaron este mundo, todavía hablan de cómo eran sus vidas. Y eso lo leyeron investigadores en la región Treveri en Bélgica al analizar los cambios que revelan las tumbas y los huesos de personas que vivieron en la Edad de Hierro celta (Período de la cultura La Tene) y los tiempos de los romanos.

Se enfocaron solo en el cementerio Celta-Romano, en Wederath Belginum, derivando nuevas perspectivas sobre la complejidad de la mortalidad humana y las ofrendas animales.

Un poco de contexto:

Ese cementerio fue excavado en 1954 y se han desarrollado múltiples investigaciones, llevando al descubrimiento de 2500 restos de cremaciones y 15 inhumaciones. Ese lugar pudo tener unos 4800 entierros, pero una buena parte fue destruida antes de las excavaciones del 54.

Se han estudiado y datado 1689 cremaciones, catalogadas en tres periodos: 364 de La Tene (Edad de Hierro), 113 de Roma temprana y 1212 del periodo del Imperio Romano.

Y esto es lo que arrojan los estudios:

El profesor Wolf Rüdiger Teegen explicó que "Las cremaciones documentan claramente las condiciones cambiantes de vida en Wederath/Belginum entre el periodo medio, tardío de La Tene y los tiempos romanos. El promedio de vida y la expectativa de vida de la población presentan un ligero incremento. Las diferencias de sexo en mortalidad, persistían".

Es que en promedio los individuos vivían más durante cel periodo Romano que durante la Edad de Hierro, con muchos más casos de individuos alcanzando la edad de 60 años y más.

Sin embargo, en La Tene y el periodo Romano era más probable que las hembras murieran antes que sus contrapartes, los machos, con más de la mitad de las cremaciones en ambos periodos mostrando hembras de menos de 40 años.

Solo en los individuos de la Edad de Hierro se encontraron señales de violencia, posiblemente resultado de riñas, sugiriendo que en el periodo Romano los conflictos eran menos frecuentes.

Mientras los individuos romanos vivían más y experimentaban menos violencia, también desarrollaban patologías como pérdida de piezas dentales, degeneración de coyunturas y columna, así como sinusitis. El estudio no pudo determinar si esas afecciones se debían a una mayor longevidad o se presentaban por estrés fisiológico.

Se halló que en los machos los cambios en la columna se daban tres veces más que en las hembras, quizás por su intensa actividad física. Esto señala que existía división del trabajo, con aquellos relegados a trabajos de mayor dureza física.

La sinusitis pudo ser más prevalente por el calentamiento inadecuado en el invierno, respirando consistentemente más el humo en el hogar. Era una condición más acentuada en niños y hembras que pasaban mucho más tiempo en la cocina que los machos.

También se observaron cambios en el estatus y el prestigio: en general, las personas de mayor rango social recibían más alimentos en vida y bienes en la tumba al morir. Se halló así que los artesanos celtas eran más altos y por ende mejor alimentados que sus contemporáneos. En contraste, los romanos daban mayor consideración a los guerreros, que eran más altos y recibían más bienes al morir.

Además se notaron diferencias en el uso de la carne animal. Los romanos partían la espina, mientras que los celtas de La Tene preferían separar la carne del hueso.

Historias no contadas en vida que ahora cuentan los huesos y las tumbas de sus moradores.

El estudio se publicó en el International Journal of Osteoarchaeology.

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