Hacia el año 700 antes de nuestra era, el emperador Sargon II de Asiria ordenó construir una nueva ciudad que sería la capital, en el desierto que hoy es Irak. Murió cuando la obra avanzaba. Su hijo estableció mejor la capital en la mítica Nínive. Se pensó que la ciudad nunca se terminó y que el proyecto permaneció olvidado y... enterrado por el paso del tiempo.
Hacia el siglo 18 de nuestra era arqueólogos franceses excavaron el lugar y encontraron tesoros de arte y la cultura neo-asirios, pero al extender las excavaciones no hallaron nada más. Se pensó que era lo único que el palacio era lo único que se había logrado construir-
Pero cuando el Estado Islámico abandonó la zona, llamada hoy Khorsabad, hubo una nueva iniciativa francesa para evaluar el lugar. Mediante un trabajo geofísico de evaluación y con un magnetómetro de alta reslución mapearon el 7 % de la ciudad. Cada material tiene propiedades magnéticas distintivas. No son iguales las señales de un los bloques para pavimentar las calles que las de los ladrillos de las edificaciones.
Rastrearon la zona recorriendo más de 20 kilómetros diarios durante siete días. El esfuerzo valió la pena. Identificaron estructuras enterradas hasta tres metros debajo de la superficie, como una toma de agua, varias edificaciones, incluyendo una con 127 habitaciones.
Todo se identificó sin excavar y ello sugiere que al menos durante algún tiempo, Khorsabad,, la capital de Sargon II, fue una ciudad viva que por alguna razón abandonaron y el tiempo cubrió.
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