Monte Everest visto desde un avión en el lado de Bután. Una montaña que no detiene su crecimiento. Foto Wikipedia Commons
Fue en el abrir y cerrar del ojo geológico: hace solo 89 000 años. El río Arun corre a la sombra de esta enorme montaña de los Himalaya y tiene una ruta extraña. Entonces mediante simulaciones, científicos encontraron que en aquel momento otro río, el Kosi, cortó a través de la cadena montañosa, llegando al Arun y mezclándose con él.
¿Pero qué tiene que ver esta confluencia de ríos? Que esta conjunción de ríos aumentó la erosión de forma acelerada en esas montañas. Al cambiar el peso, la corteza -esa parte donde vivimos nosotros- quedó liviana y el manto debajo la fue levantando, lo que permitió que ganara poco a poco hasta 50 metros de altura. Y esa es una parte de la historia de los 8849 metros de la cumbre más famosa de la Tierra.
"Aunque las montañas parecen permanecer fijas desde la perspectiva de la vida humana, de hecho están en constante movimiento", en palabras del geocientífico en China University of Geosciences en Beijing, uno de los autores de este hallazgo, publicado en Nature Geoscience.
El Everest comenzó a formarse hace unos 45 millones de años, cuando la placa tectónica India chocó con la placa Eurasia y comenzó a meterse debajo de esta. Esto hizo que la corteza se alzara de manera desmesurada formando la cadena del Himalaya.
La corteza terrestre pareciera rígida, pero no lo es. Por ejemplo cuando una montaña o un glaciar añade peso a la corteza esta se flexiona hacia abajo, pero el manto debajo la envía hacia arriba.
Y aunque aquella fusión de los ríos que desencadenó una mayor altura ocurrió hace unos 89 000 años, el Everest sigue creciendo: se eleva cada año el grosor de un espagueti debido a una combinación de factores, entre ellos ese rebote de la corteza.
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